miércoles, 23 de abril de 2014

EL RESPETO

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El respeto es la base fundamental para una convivencia sana y pacífica entre los miembros de una sociedad. Para practicarlo es preciso tener una clara noción de los derechos fundamentales de cada persona, entre los que se destaca en primer lugar el derecho a la vida, además de otros tan importantes como el derecho a disfrutar de su libertad, disponer de sus pertenencias o proteger su intimidad, por sólo citar algunos entre los muchos derechos sin los cuales es imposible vivir con orgullo y dignidad. El respeto abarca todas las esferas de la vida, empezando por el que nos debemos a nosotros mismos y a todos nuestros semejantes, hasta el que le debemos al medio ambiente, a los seres vivos y a la naturaleza en general, sin olvidar el respeto a las leyes, a las normas sociales, a la memoria de los antepasados y a la patria en que nacimos.El respeto comienza en la misma persona, esta basado en la percepción que ésta tenga sobre si misma.  

Tener un gran respeto por uno mismo conlleva tener un gran respeto hacia los demás. Reconocemos nuestros recíprocos derechos.
Tu derecho a tener tu propio punto de vista, tu derecho a cambiar de opinión sin tener que dar explicaciones, tu derecho a crear un mundo propio en el que poder vivir. Respeto hacia los demás supone tener respeto por sus decisiones y por sus sentimientos. Respetar las decisiones de los demás o sus sentimientos no significa que estemos de acuerdo ni que los compartamos, significa que aceptamos que la otra persona tiene derecho a tener sus propios sentimientos y a tomar sus propias decisiones, sean o no adecuadas para mí y sean o no iguales que los míos. 
Para ser respetuosos son imprescindibles por lo menos estos dos puntos:  
  • Tratar a los demás con la misma consideración con que nos gustaría ser  tratados.
  • Valorar y proteger todo aquello que nos produzca admiración.
¿Qué nos impide tener respeto?: 
  • Los malos tratos y abusos sobre los demás.
  • La ausencia de principios.
La falta de respeto es propia de las personas desconsideradas y egoístas, insensibles en alto grado al entorno social. Es tal su indiferencia o su ignorancia con respecto a quienes viven a su alrededor, que pasan por alto las más elementales normas de convivencia, como si no las conocieran -lo cual resulta ser cierto en muchos casos- o, lo que es peor, conociéndolas y haciendo alarde de que les tienen sin cuidado.  Quienes así obran causan un daño considerable a la sociedad y a los individuos en particular, pues pisotean su dignidad y su derecho a ser tenidos en cuenta y respetados. Este comportamiento es típico de los gobernantes y funcionarios corruptos o despóticos, de los padres o madres tiránicos, de los hijos insolentes o desagradecidos, de los maestros autoritarios o arbitrarios, de los vándalos que destruyen por placer los bienes de la comunidad, y en general de todos  aquéllos que desconocen el valor de las personas y de las cosas.  

Fuente: Educar en valores: El respeto.  [en línea] < http://sinalefa2.wordpress.com/about/educar-en-valores-el-respeto/> [consulta 23/04/2014]

Cuento: "Los sueños del sapo" de Javier Villafañe



"Los sueños del sapo"
Javier Villafañe

Una tarde un sapo dijo:
–Esta noche voy a soñar que soy árbol. Y dando saltos, llegó a la puerta de su cueva.
Era feliz; iba a ser árbol esa noche. Todavía andaba el sol girando en la rueda del molino.
Estuvo un largo rato mirando el cielo. Después bajó a la cueva, cerró los ojos y se quedó dormido. Esa noche el sapo soñó que era árbol. A la mañana siguiente contó su sueño. Más de cien sapos lo escuchaban.
–Anoche fui árbol –dijo–, un álamo. Estaba cerca de unos paraísos. Tenía nidos. Tenía raíces hondas y muchos brazos como alas, pero no podía volar. Era untronco delgado y alto que subía. Creí que caminaba, pero era el otoño llevándome las hojas. Creí que lloraba, pero era la lluvia. Siempre estaba en el mismo sitio, subiendo, con las raíces sedientas y profundas. No me gustó ser árbol.
El sapo se fue, llegó a la huerta y se quedó descansando debajo de una hoja de acelga. Esa tarde el sapo dijo:
–Esta noche voy a soñar que soy río.
Al día siguiente contó su sueño. Más de doscientos sapos formaron rueda para oírlo.
–Fui río anoche –dijo–. A ambos lados, lejos, tenía las riberas. No podía escucharme. Iba llevando barcos. Los llevaba y los traía. Eran siempre los mismos pañuelos en el puerto. La misma prisa por partir, la misma prisa por llegar. Descubrí que los barcos llevan a los que se quedan. Descubrí también que el río es agua que está quieta, es la espuma que anda; y que el río está siempre callado, es un largo silencio que busca las orillas, la tierra, para descansar. Su música cabe en las manos de un niño; sube y baja por las espirales de un caracol. Fue una lástima. No vi una sola sirena; siempre vi peces, nada más que peces. No me gustó ser río. Y el sapo se fue. Volvió a la huerta y descansó entre cuatro palitos que señalaban los límites del perejil.
Esa tarde el sapo dijo:
–Esta noche voy a soñar que soy caballo. Y al día siguiente contó su sueño. Más de trescientos sapos lo escucharon. Algunos vinieron desde muy lejos para oírlo.
–Fui caballo anoche –dijo–. Un hermoso caballo. Tenía riendas. Iba llevando un hombre que huía. Iba por un camino largo. Crucé un puente, un pantano; toda la pampa bajo el látigo. Oía latir el corazón del hombre que me castigaba. Bebí en un arroyo. Vi mis ojos de caballo en el agua. Me ataron a un poste. Después vi una estrella grande en el cielo; después el sol; después un pájaro se posó sobre mi lomo. No me gustó ser caballo. Otra noche soñó que era viento. Y al día siguiente dijo:
–No me gustó ser viento.
Soñó que era luciérnaga, y dijo al día siguiente: –No me gustó ser luciérnaga.
Después soñó que era nube, y dijo: –No me gustó ser nube.
Una mañana los sapos lo vieron muy feliz a la orilla del agua. Otra noche soñó que era viento. Y al día siguiente dijo:
–No me gustó ser viento. Soñó que era luciérnaga, y dijo al día siguiente:
–No me gustó ser luciérnaga. Después soñó que era nube, y dijo:–No me gustó ser nube. Una mañana los sapos lo vieron muy feliz a la orilla del agua.
-¿Por qué estás tan contento? -le preguntaron. Y el sapo respondió: 
-Anoche tuve un sueño maravilloso. Soñe que era sapo.

Fuente: Villafañe, Javier. Los sueños del sapo. Buenos Aires: Colihue, 2004

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